HOMBRE DE BARRO
Una semilla en tu útero
Sembramos, el brío y el afín
Una pella tras otra
Un remiendo, una nueva articulación
Una espátula, un estrangulamiento
Un añadido, un arranque, tus ojos, mis manos
Un tiempo, un desdén, un rechazo de horas perdidas
Un hombre de barro, resultas con boca apocada
Un sueño, te digo con miel en tus labios
Ya ciega, no ves el barro, no ves al hombre, simplemente ves
Un ser nuevo, una creación…
SANTIAGO PABLO ROMERO
No sé dónde estás, ni siquiera si todo esto es una broma,
porque te quieres escapar de pagar esa cerveza junto al mar y los espetos que me
debes. No sé dóndes estás fuera de mi alma modelada por tus letras, no sé dónde
estás ni siquiera sé si querría saberlo.
Quisiera hacerte un poema, nunca una elegía, no estás
muerto, no te dejo, no puedes como no puede morir el viento, ni el rojo que
tiñe la utopía cuando un hombre como tú
levanta su puño izquierdo.
Los poetas no mueren, yo no te dejo, no puedes hacerlo
mientras quede una sola de tus líneas amancebando los recuerdos, enervando la
integridad hasta convertirnos en humanos verdaderos, tu sueño, aún tienes que
seguir con ello, yo sólo podría ser una onda irreverente haciéndote eco, porque
nunca he sido inmensa más allá del honor de tus ojos, y no lograría nunca
provocar la convulsión precisa que hace de tu poesía, armas contra todo mal
hijo de la hipocresía, contra el gregario abandono de la conciencia
progresista, contra el olvido de
aquellas palabras de los mensajeros de lo cierto.
Sólo tú puedes mantener viva esa pelirroja que conoce de mi
alma los rincones más perversos y hace con ellos espuma y poemas perfectos. Tú
no puedes morir, yo no te dejo, los bluesman no mueren, acaso se transforman en
viento… quizá por eso no te encuentro, estás atrapado en el vientre de un saxo,
o tal vez sólo recreándote en el cuerpo de tu amor eterno allí donde estéis los
dos, que sólo en apariencia es lejos.
Tú no puedes morir, yo no te dejo, aún quedan por rescatar
mil palabras del olvido, y sólo tú puedes hacerlo, yo las busco en el diccionario
pero no las encuentro, están todas guardadas en tu cajón de poeta soldado,
esperando que las pongas en tu pluma y las dispares, te sigo guardando mi
corazón como diana y mi borreguismo sigue siendo tu enemigo, ven a abatirlo, te
está retando…
Donde quiera que estés no me sueltes de la mano, me gusta ir
de excursión contigo, al bosque encantando de los inicios donde la encontraste,
a la montaña de los logros perpetuados en cada corazón amigo, a ver el mar que
se postra ante ti sumiso y agradecido, a la plaza a remover las conciencias
adormecidas o al futuro, el de Cohen o el de Aute, pero contigo... No me sueltes,
mi brazo es largo, tú lo has entrenado para que pueda tocar el infinito.
(Donde quiera que estés espérame, algún día me encontraré
contigo, guarda los besotes y los guiños, la serena confianza y tu aliento
siempre amigo, guárdalos porque los necesito…)
Carmen Soriano López
(a mi amigo y poeta, Santiago Pablo Romero, donde quiera que
esté)