Desde la insolidaria memoria
grita tanto muerto aquejado
de haber sido experimento
de una vida adormilada...
como semilla en garra de pájaro
que no halló la fértil garganta...
escucha el infinito sus gritos y los venga
atando ahora mis manos asesinas
con bramante de piel y melaza...
torturando las horas que me quedan
con incalculado oprobio
del saberte y no tenerte...
de imposibles sembrando estancias...
Rie irónico el orbe entero de su hazaña
de darme así el castigo merecido,
ignorando en la esencia última del alma
que no es dolor lo que me causa...
tal vez de otras vidas fuera motor de llanto
no es el caso de la mía ya llorada
que no es tener lo que preciso
ni tomar, ni comer
ni montar, ni beber,
ni ser más nada
que mudo testigo de la existencia,
divina esperanza colmada,
en la que eres y te vives suficiente,
el saberla ya me basta...
para vivirme me hago de ella
lejos de la soledad inquieta
servidumbre de alguna mentes
indispuestas con su era...
y río entonces del castigo
lo bendigo...
En su oportuna venganza me dio el destino
el nombre que precisaba
Vaivén del viento...
¡bendito bautismo sin agua!
y en el viento mecida por siempre
penará el alma su culpa agradecida...
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