No me eches... deja que me quede
no molesto, no haré ruido...
déjame sentarme en silencio
en esta esquina de tu alma
la de tanta muesca y orina
de semblantes malditos
que pasaron sin gloria
dejando, tal vez, sólo pena...
No me mires si es que acaso
te molesta esta presencia
enamoradamente indiscreta...
Sólo permite que atestigüe
cada uno de tus armisticios
cada miembro resarcido
de esos campos de exterminio
donde balas tatuaban designios...
En esta esquina de tu alma sentada
sin más porvenir que recoger tus lágrimas
ni designio más bendito que ser viento
de la energía alicaída que te arrastra
o entregarte un cuerpo limpio
para amparo de tus horas lacias
cobijo del alma en besos derramada
que me enamoró por saber reconocerse...
No me eches...
hice de tu esquina mi casa
de tu dignidad mi honra
de tu luz mis ojos
de tu amor mi templo
de tu agua mi respiro
de tu verbo mi alimento
de tu futuro mi promesa...
Tengo un lugar cálido en mi alma donde puedes quedarte, donde te exhibo para que la gente se muera de envidia... porque eres mi orgullo, eres mi poetisa, eres mi hermana... Nada de rincones apartados, ponte aqui a mi ladito y no te separes
ResponderEliminarQuizá tan solo decir, es esta cuarta hora del delirio compartido entre mi ya longevo pavor y mi ansia feliz de continuar viviendo, que no es solo el lugar donde tu nombre encabado delira por hallar sustento sino mi huerta al viento que muda se queda, sin límites ni marcas, sin donceles ni rustas direcciones, para dejarse allí como parte de un todo que a veces aclama, sin saber qué de su nombre advierte el firmamento como credo, o cuanto de su temporal amago será tallado en nuestra fe de honroso modo...
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