sábado, 29 de enero de 2011

Cantos de sirenas



Mi querido Henry:
¿Quién te hizo creer que es el amor algo más que lo que se entrega? ¿Quién te dijo que ha de ser el amor caricia para el ego mismo entregándose al funeral del ser amado por su propio rito? ¿Quién te dio a beber la falacia que ahora te embriaga e inocula la ciega inquina que de esta forma la sangre te paraliza…?
Yo que tanto amo sin perder en ello ni la vida o la estima, sin achicar mi alma sino ensancharla por su propia existencia, calidad exigida como entera y viva… quisiera rebobinarte cual cinta de video viejo y editar en esa pista, corte sano, cirugía… ese engaño que deshace los posibles, los plenos y dulces futuribles de la realidad contante y sonante, esa en la que no hay ninfas ni hadas, ni dragones ni caballeros andantes… cuentos de niños que descubren siempre, cuanto de púber dejamos en el camino y cuanto a cuestas aún traemos, desquiciando los conceptos y apropiándose del espacio, conjunción del “soy” y del “he sido”. Y en el exigido intermedio entre el “soy” y el “quiero ser” ha de colocarse el amor si es en la existencia avenido, o tal vez, simplemente requerido, como estancia no como engranaje… fin en si mismo donde hallarse felizmente acompañado.
Y en la justa balanza de lo dado y entregado, en una parte, y de lo bien recibido en la otra parte, coloca como medida la exigencia que equilibre la ecuación resultante siendo de la realidad aliado… y en esta hora de alienados anhelos, por fantasmas aún engañado, por danzas de serpiente por si misma hipnotizada que embelesan sin entrega, quisiera recuperarte del pasado y que fueran mis besos los que atestiguaran que no hay más que lo que se encuentra en la cama tendido o en la cocina, en la risa o el reclamo más o menos oportuno, en el mismo desgaste de los años vividos en buena compañía, que sólo por serlo merecen de su cuido y mimo…
Pero así como no puedo, con mis manos o cintura, deshacerte tanto concepto equivocado ni mostrarte a la luz de mis piernas como ha de ser de grande la entrega, apelo a lo que aún queda de vida bien vivida y de sana memoria que te indica hacia donde inclinó la balanza que en su justa medida no te hallas… y te asista la razón y la fortuna, para que en sano juicio no escuches cantos de sirenas en el mar azul escondidas, ni palabras de Sibila resabiada, y sólo tu grandeza hable acallando el vientre dolorido, en el mismo instante de ser valiente y no te pueda la pereza o el miedo, ni el engaño o la imprudencia…
Y tanto así como te estimo que seas sordo a mis palabras te pido que ni aún acertando en ella serían las tuyas, legitimidad última la de tu raciocinio que te lleve al mejor puerto siempre, en el que sea cual sea te espero siempre con cariño por puro y voluntario compromiso…
Con amor:
Alguien que también oyó un día a las Sirenas…


CARMEN SORIANO
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