Siendo el tiempo tan exiguo y la distancia tan desoladora,
se quedan solos mis dedos que de su longitud sin sentido hacen nudos, pues era
su fin alcanzarte en lo más profundo y ahora, sin remedio, se vierten informes sobre
onerosas concupiscencias, porque así deben ser las cosas, o así son, sin más. Y
mientras, sigue chillando exigente esa parte que a todas horas te nombra, que
te reclama como si fueras suyo y, adoleciendo de tu falta, te dibuja, tirana y
canalla, impúdica, en otras pieles, en otras sombras, contornos que se hacen
extraños, amados, pero extraños como un blues en un tango encasillado. Y yo
intento acallarla contándole de tu excelsa virtud, de tu circunspección
sagrada, de tu raíz noble y de la otra belleza que te habita y se esconde a los
ojos, porque no fue hecha para la vista, ni para el oído, le cuento de cómo han
de respetarse los espíritus, de cómo es siempre más grande la entrega del alma
voluntaria y de la piel liberada, de cómo será un día compensada tanta pulsión
contenida por mayores trascendencias, por mejores sinergias. Le grito, le
imploro, pero no me escucha, exige como sólo ella sabe sentir íntegro tu escaso
peso, exige hacerse de los aromas en los que respira, exige cada unción, cada
roto, exige oficiar completo su rito, y como no tengo solución precisa, ni
siquiera la promesa, lastima cada falange haciendo torcidos allí donde carecen de
tu cuerpo mis dedos, como si en verdad no hubiera nada más que hacer, ni más en
que pensar, ni nada más que decir, como si no hubiera más cometido ni mayor empresa
que plegarse sobre tu delgadez hasta que así tú mismo desaparecieras. Entonces,
a punto de quebrarse mi espalda, me rindo sin armisticio, me dejo ir y conmigo también
el pensamiento, que se estira y su esencia elonga hasta casi alcanzarte, a dos
centímetros de tus parpados cerrados que ni siquiera ellos saben con qué sueñas,
entonces te observa y casi puede rozarte, pero aún así no llega, toma algo, un poco de tu aliento y me lo trae
de vuelta para ponerlo sobre mi pecho que ya perdió el suyo, por esta maldita
parte que se empeña en que eres tú el único cancerbero que puede llevarla hasta
el infierno… allí mismo donde fue hecha, de donde consiguió su inextinguible
fuego, ese que ahora me consume a su capricho mientras derrito por su causa las
teclas que te lo cuentan...
CARMEN SORIANO
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Ya no importa que me digas
ResponderEliminarQue no me mires
Que no me sientas
Que no me susurres
Ya no importa que me rechaces
Que no me disfrutes
Que no te enriquezcas
Que no saborees mis mieles
Porque hoy he descubierto
Que he dejado de necesitarte para ser feliz…
A ello Carmen, esto sale raro, raro…jejeje Gracias Un placer Euro de verdad. Además ya tienes lugar en mi columna, si no dices nada en contrario claro.Bsts.
Pues qué decirte en contra Santiago si no sé de esa columna... y aún así, tras semejantes baños en tus letras hazme un lugar donde quieras o donde mejor quepa... mil gracias por el doble placer que procuras de en tu casa y en la mía poder leerte. Besos.
ResponderEliminarHabla sólo el cuerpo de necesidades, de placeres... La foto también habla por sí sola eh, jajaja... Besos mi Carmen
ResponderEliminarEso ocurre en domingo cuando me dejas sola Marita... jaja, si solo vivimos tres días y dos los pasamos haciendo cola en Hacienda... te quiero golondrina.
ResponderEliminarUfff hace tantos domingos... bueno y lunes y martes... que no tengo encuentros conmigo misma... Va a ser que el principe del reino perdido me tiene bien servida... Aunque creo que es educativo eso de explorarse, de conocerse para después ser exigente con quien osa penetrar en el templo sagrado de nuestro cuerpo y que lo haga de forma correcta y placentera.
ResponderEliminarDile a tu Dios griego que los domingos no se descansa, que aquí se trabaja a pico y pala, a destajo... Que como dices la vida son tres días: dos de fiesta y uno de resaca.
Uy me he enrollado y casi te he escrito el Quijote (No me quités mi primer puesto, please). Por cierto: Me encantaaaaaaaaaaaaa el soliloquio.
Uno de estos días Maravillas vas a desaparacer y sólo yo sabré donde estás... los demás que te busquen por donde puedan, no me permites dejar de amarte (ni en domingo)
ResponderEliminarEn todo caso, y a riesgo de semejar sólo ser puerta de transmutado edificio que habito por estaciones y por horas, he de decirte que he perdido el resuello buscándome, hallándome perdiéndome, en los hilillos de luz que viajan raudos entre tu táctil morada, entre la aguada maroma y la tonada que se canta sola. Pospongo el gracias ...Serena, que puedas atormentarte como todos que igual lo practicamos, para volver a ser cualquiera que frente a su espejo reconozca que está solo, y que se debe a lo real del sueño así como a lo onírico del acto...........
ResponderEliminarAh, fue un soliloquio ardoroso y de su fiel emanación, llevo los dardos clavados en mi rostro..........
ResponderEliminarA mi que me registren! ¿sabes de algún policía? ... gracias luz... por todo... por tanto.
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