En la montaña de ropa busca y rebusca el disfraz de turno, se viste y se maquilla...hoy toca sonrisa, pues sonrisa pinta... al cerrar la puerta tras de sí, revisa el bolso, están las llaves, el móvil, las gafas de sol, pañuelos... ¿y el alma? ah… eso lo deja siempre en casa, pues en el disfraz no cabe y en el bolso pesa demasiado.
Sale a la calle montada en sus tacones, ostentando una altura que no le pertenece, dándole sonido a sus pasos y balanceo a sus caderas. Varios hombres la miran, su disfraz no a ella, alguno será premiado uno de esos sábados en los que sus brazos mienten y hace de instantes eternidades. Llega a la oficina y representa, como a diario hace, el mejor de sus papeles, actriz de guión improvisado y director ausente. Todo está bien, eso parece.
Vuelve a casa de noche, se quita el disfraz y se pone el alma, le encaja cómodamente, se borra la sonrisa que tocaba y se sienta delante de la tele, apagada como siempre; pero ve su reflejo en la pantalla y se imagina… que vuela, que salta, que ríe, que baila, que la aman, que la extrañan…y durante un par de horas vive mil mundos diferentes, todos suyos, todos para ella. Sueña despierta hasta llegar las doce, entonces se acuesta y sigue su cama vacía…
CARMEN SORIANO
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